El hecho de estar en el mundo requiere que los miembros del instituto reciban una formación muy sólida.
La idea fundamental de esta formación es que se tienda al desarrollo y madurez de la totalidad de la persona, para poder con responsabilidad, con conciencia clara vivir la consagración a Dios en medio del mundo sirviendo a los hombres. A través de la formación humana se invita a la persona a una tarea maravillosa de profundizar en su ser, de conocer cada vez más las riquezas que Dios ha depositado en cada uno de nosotros con el fin de poder ser sus testigos en el mundo.
El fin primario en el Instituto es la santidad de sus miembros y además esta santificación se debe realizar en medio del mundo. La formación espiritual se basa en el estudio serio de la Sagrada Escritura y de modo especial del Evangelio, pero también de estudio de ciencias religiosas. Las cruzadas deben conocer los grandes Maestros de espiritualidad, que sus obras forman parte de su lectura espiritual. En la vida diaria la formación y la necesidad de la colaboración con la gracia de Dios para desarrollo de su espiritualidad se puede expresar en los medios que se propone a cada miembro del Instituto y que se cuida de manera especial la vivencia de los mismos.
Como consagrados seculares no podemos romper la unidad de vida que une la fe y la vida diaria. Nosotros igual que cualquier ciudadano nos esforzamos en cumplir con los deberes temporales en nuestras profesiones y además siempre de acuerdo con nuestra condición de consagrados.
La profesión tiene que ser instrumento que utiliza para mejor servir a los hombres a través de su trabajo y por medio de su testimonio convertir su profesión en el medio para llevar a las personas a Dios.
Esta dimensión de nuestra formación es esencial para poder ejercer con entusiasmo el voto de apostolado. Todo apóstol debe contar con la desproporción que existe entre lo que uno puede hacer a favor de la conversión de las almas y entre las posibilidades reales de esta conversión. Nosotros tenemos que pedir siempre a Dios que con su gracia riegue nuestro esfuerzo apostólico, sea cual sea nuestra tarea concreta.