Su primera misa la celebró el día 26 de marzo en la capilla de San Saturio de la colegiata soriana a las ocho y media de la mañana. Coincidía que era el viernes anterior a la Semana Santa, denominado viernes de Dolores.
La elección de la fecha era significativa para él, pues quiso unir el dolor de no poder compartir el gozo de aquellos momentos con su madre con el dolor de la Virgen María al pie de la Cruz.
La Prensa local anunciaba así el acontecimiento:
“Misacantano
El próximo viernes, a las ocho y media de la mañana, en la Capilla de San Saturio (que era la del Sacramento) celebrará su primera Misa cantada, el nuevo presbítero Beneficiado sochantre, Don Doroteo Hernández Vera.
Le apadrinará el M.L.Sr. D. Santiago Gómez Santa Cruz, abad de la Colegiata.
Reciba el nuevo presbítero, con nuestra cordial y efusiva enhorabuena, la seguridad de que le acompañamos en su dolor por el reciente fallecimiento de su virtuosa madre (q. e.p.d.)”
“A la Misa –el Padre recuerda–, como el Cabildo invitó asistió mucha gente. Se llenó la Iglesia. Fue de Comunión general, como entonces se decía, y era la Comunión general del Año Santo. Mi hermana Filomena, me bordó la banda de atar las manos”.
Sabemos sus anhelos misioneros de siempre… Pero sus Indias están en Soria. Y los infieles tantas veces soñados son las alumnas del Colegio del Sagrado Corazón. Para ellas son las primicias de su apostolado sacerdotal.
Es un Viernes de Dolores.
En la ciudad castellana
cuya vida es melodía
de trabajos y plegarias,
hay una nota distinta
y al tañer de las campanas
mucha gente se congrega
–presurosa y recatada–
en la hermosa catedral
que un altar viste de gala.
Hay una Primera Misa,
mas tendrá que ser rezada
pues al joven sacerdote
tremendo dolor le embarga…
Está muy cerca aquel día
en que a su madre enterrara
y al gozo de esta gran fiesta
se mezclan amargas lágrimas.
Pero es hora de Magnificat,
lo es de esperanza lograda.
¡Oh que misión tan sublime
y que dicha sobrehumana,
convertir el pan en Dios
y luego darlo a las almas!
Y perdonar los pecados,
y predicar la palabra
de Dios a los hombres todos
que agonizan de ignorancia.
¡Si el celebrante dijera
lo que pasa por su alma!
Preside el altar la imagen
de la Virgen soberana…
¡Qué coloquios los del hijo
con la Madre Inmaculada!
Ella suaviza sus penas
reaviva su esperanza.
Y como prenda exquisita
su dulce amor le regala.
El sacerdote promete
Que buscará muchas almas;
unas delicadas, puras,
otras perlas enlodadas
por el ábrego y el sol
en las mundanales plazas
y a todas las llevará
a sus virginales plantas.
Y al fin humilde suplica
que pues es Madre de gracia
interceda por sus padres
ante la Trinidad Santa.
¡Día de Primera Misa,
aunque no fuera cantada!
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